Sin ideas brillantes,
sin sentimientos profundos,
sin acontecimientos dignos de mención.
Los días se arrastran como un jubilado en un parque,
vacíos y planos,
sin volumen ni textura.
Observo el mundo
rindiéndome a la evidencia.
Sin alegría
pero tampoco tristeza,
como si la vida me traspasara,
sin dejar en mi rastro de su belleza,
pero tampoco de su dolor.
Es una sensación extraña,
y a la vez atrayente
este vacío de sensaciones,
sentir,
que no formo parte de nada.
Y saber,
que formo parte de todo.
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