viernes, 24 de octubre de 2014

FIN DEL CAMINO

tomando el sol en la plaza del Obradoiro;
esperando que la vida se ponga en marcha.
pasan grupos con su guía turístico;
un turista me sonríe ;
le devuelvo la sonrisa.
Dos vagabundos se pasan una botella de vino;
uno viene hacia aquí.
-¡En el nombre de dios, tienes un cigarrillo!-.
se lo doy
-Alegría, felicidad-  me dice.
se marcha bailando.
Llega un grupo de jóvenes cristianos;
bailan  y cantan alabanzas a Cristo
alrededor del kilometro 0;
me acerco;
dos chicas están buenísimas;
miro como sus culos tiemblan con el baile;
yo también alabo a Cristo.
Imagino lo que hubiera hecho el Marqués de Sade con estas cristianas
me viene a la mente su obra Justine;
vuelvo a mi sitio.
Estoy a 800 kilómetros de casa;
dos chicas coreanas se abrazan;
lloran,
la emoción las embarga;
han llegado a su meta;
han acabado el camino.
En las alturas un avión araña el impoluto cielo azul;
suenan las campanas de la catedral de Santiago;
alguien habrá nacido hoy en algún lugar;
alguien habrá muerto hoy en algún lugar.
Yo ahora estoy aquí
suspendido en un suspiro entre mi nacimiento y mi muerte;
esperando un metro de sombra;
sufriendo un metro de sol;
decenas;
cientos;
miles de cámaras de fotos
no cesan de disparar;
persiguen eternizar el instante;
lograr una victoria
sobre el invencible tiempo;
que acaba con todo;
irremediablemente;
como se tragó nuestra historia de amor.
A mí
me vomitó aquí;
desde donde

ahora

yo

te recuerdo

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